GARATE: UN ZORRO EN LA MONTAÑA PELADA
autoría: Ander Izagirre,
El equipo Rabobank llevaba un Tour horrible en 2009. No habían ganado ninguna etapa, no tenían a ningún corredor entre los cuarenta primeros y ya solo querían llegar a París y marcharse a casa. En la reunión previa a la penúltima etapa, con final en el Mont Ventoux, Juan Antonio Flecha intentó animar a sus compañeros:
- El Ventoux es una montaña mítica. Ganar allí es como ganar una París-Roubaix, hoy tenemos que darlo todo...
- Vale, Flecha -le cortó el irunés Juanma Garate.
- De verdad: si ganas en el Ventoux, pasas a la historia del ciclismo. Aquí ganaron Merckx, Poulidor, Charly Gaul...
- Cállate ya, Flecha, voy a ganar yo para que te quedes contento.
Hubo risas. Garate recuerda que hubo risas y que él saltó en el tercer kilómetro de la etapa con un grupo de dieciséis ciclistas. A mitad de recorrido alcanzaron diez minutos de ventaja, pero los equipos de los favoritos tiraron fuerte y los escapados empezaron a subir el Ventoux con solo cuatro minutos.
- Yo me sentía bien -cuenta Garate-. En el primer tramo de la subida aceleré para reducir el grupo lo máximo posible, para evitar sorpresas, para que no hubiera un juego de ataques, contraataques y vigilancias entre muchos corredores, porque eso se te puede descontrolar.
Luego arrancó un par de veces y solo le siguió Tony Martin. En los años siguientes el alemán ganaría cuatro veces el Mundial contrarreloj, cinco etapas en el Tour, una París-Niza, se convertiría en uno de los rodadores más poderosos del pelotón durante una década, pero en aquel momento solo era un debutante de 24 años. Garate tenía 33, así que puso en juego su veteranía.
- Unas semanas antes habíamos subido el Ventoux en la Dauphiné, lo tenía muy reciente. Los diez kilómetros por el bosque son muy duros, todo el rato al 9 o 10%, esa era la parte que mejor me venía para descolgar a mis rivales. Pero no me interesaba dejarlos a todos. Porque a partir del chalet Reynard la pendiente se suaviza, pero entras en la ladera desnuda, en ese paisaje lunar de piedra blanca, donde el viento sopla muy fuerte. ¡Por algo se llama Mont Ventoux! En esos seis kilómetros finales te puedes fundir si vas solo contra el viento. Y a nosotros nos perseguían los favoritos del Tour. Por eso, cuando vi que me seguía Tony Martin, pensé: este es el compañero perfecto hasta el último kilómetro.
Garate ya le había echado el ojo a Martin. En la primera semana del Tour, el alemán completó una crono muy buena, lanzó los sprints a Cavendish, aguantó con los mejores en la primera etapa montañosa y vistió el maillot blanco del mejor joven.
- Martin era debutante pero yo ya veía que andaba mucho. En cuanto pasamos el Chalet Reynard y las rampas bajaron al 6 o 7%, el tío metió plato grande. Subimos a relevos, me vino genial.
Garate necesitaba la colaboración de Martin para mantener la ventaja con los favoritos. A falta de siete kilómetros, la diferencia solo era de 1’15”. Luego los favoritos empezaron a controlarse, porque las primeras dos posiciones de la general estaban decididas para Contador y Andy Schleck, pero el tercer escalón del podio se lo jugaban Armstrong, Frank Schleck y Wiggins en un puñado de segundos. Se atacaban, se neutralizaban, se paraban y volvían a atacarse. Esos marcajes les dieron un poco de oxígeno a Garate y Martin.
A falta de de 1,2 kilómetros, Garate atacó a Martin. Lo dejó clavado y voló hacia la meta. O eso parecía. Porque un poco más adelante el alemán volvió a la rueda del irunés.
En las teles, los comentaristas hablaban de un exceso de confianza de Garate: ha atacado demasiado pronto, se ha fundido contra el viento, ahora va a pagar el esfuerzo...
Pero Garate se había dejado capturar a propósito.
- Me giré, vi que había abierto hueco pero ya no lo ampliaba. Martin me mantenía a una distancia peligrosa, me tenía a tiro y tuve miedo de quemarme y de que al final me remontara. Hice un poco de teatro.
Martin no solo lo atrapó, sino que lo adelantó y marcó un ritmo muy fuerte hasta la última curva, con Garate siempre a rueda. Los favoritos aparecían ya al fondo de las rectas, apenas a cuarenta segundos.
- Martin se creyó mi teatro. Pensó que me había fundido o que tenía calambres, apretó mucho para dejarme, pero en realidad me estaba llevando lo más cómodo posible.
En la última curva, Garate salió disparado. Al cruzar la meta, soltó las manos, apretó los puños y gritó de euforia.
- No es que cumpliera un sueño, es que conseguí algo mucho más grande de lo que nunca hubiera soñado.
Era una victoria en el Tour, una victoria en una montaña legendaria como el Ventoux, una victoria para sumar a las que ya había conseguido en el Giro y la Vuelta. Garate le da muchísimo valor a sus triunfos en las tres grandes. También ganó una etapa en la Vuelta a Suiza, otra en el Giro del Trentino y un campeonato de España. Corrió sus primeros años en un equipo italiano, el Lampre, su gran carrera siempre fue el Giro (terminó cuarto, quinto y séptimo, también ganó la montaña), nunca se tomó el Tour como un objetivo prioritario de la temporada. Pero a sus 33 años se le presentó la oportunidad y exprimió toda su fuerza y su veteranía para dar un golpe en la montaña pelada.
Al día siguiente llegó a los Campos Elíseos flotando de felicidad. Esa noche, en el hotel, llamó al ascensor para bajar a la cena. Se abrieron las puertas y se encontró con Tony Martin.
-¡Ops! Menuda cara pusimos los dos.
El veterano Garate había coronado el Ventoux tres segundos antes que el joven Martin, luego bajaron juntos al comedor de París.
ÚLTIMAS VICTORIAS VASCAS
Pocos ciclistas vascos del siglo XXI lograron un palmarés tan notable como el de Juanma Garate, pero él quizá tuvo menor reconocimiento porque corría en equipos extranjeros… justo en la época de oro del Euskaltel-Euskadi.
- Es cierto que los medios hablaban muchísimo del equipo de casa, que la afición estaba volcada con la marea naranja, y yo lo entiendo. Recuerdo que una vez subía el Tourmalet escapado en un grupo en el que también iban Egoi Martínez, Amets Txurruka y Gorka Verdugo. Iba tirando yo, pero todos los gritos eran “aupa Egoi, aupa Amets, aupa Gorka”. Es normal, porque el ojo del aficionado se iba a buscar el maillot naranja.
Euskaltel-Euskadi desapareció, pero el ciclismo vasco siguió presente en el Tour y se anotó otro par de victorias en escenarios destacados. En 2016, Ion Izagirre se lanzó en un descenso memorable del Joux Plane bajo la lluvia, descolgó a varios de los mejores bajadores del pelotón como Pantano, Nibali y Alaphilippe, y ganó en la meta de Morzine. En 2018, Omar Fraile remató una fuga en la subida al aeródromo de Mende, por delante de rivales tan fuertes como Alaphilippe, Stuyven y Sagan.
Hasta aquí llegaban los triunfos vascos, hasta aquí pedaleaba una historia que se ha extendido aún más en cuanto el Tour ha salido de Euskadi, con las brillantes victorias de Pello Bilbao y Ion Izagirre.
Autor: Ander Izagirre
Fotografías: Sirotti y Twitter Juanma Garate